Hoy, en el desván...

... ¡ESTAMOS DE VACACIONES! Volveré por Septiembre. 3/8/10 - 19:53

viernes, 23 de julio de 2010

- ¿Sabes? Una vez leí un libro muy bonito. Decía que, con el amor, tu y yo se convierte en nosotros.
- Qué estupidez.
- Pues a mí me parece muy romántico.
- Nosotros no somos románticos, preciosa.

lunes, 19 de julio de 2010

Gritos

Mel cierra la puerta sin hacer ningún ruido, con cuidado se desviste y se mete en la cama. Todo en absoluto silencio. Toda ella tiembla, tiene el corazón en un puño y a punto de esclatar. Mel tiene miedo, mucho miedo. De sus grandes ojos marrones salen un par de lágrimas saladas, seguidas de muchas más, todavía más frías. Se tapa la cabeza con la sábana, y con sus manos se tapa los oídos. No quiere oirlo. No quiere saber nada de los gritos de sus padres. No quiere enterarse de las barbaridades que se dicen. Le duele descubrir que entre sus padres solo hay odio, dolor, desesperación. Un sollozo se le escapa, y siente que se le para el corazón. Reza a cualquier dios para que sus padres no se den cuenta de que ella está allá. No sería capaz de mirarlos a la cara. 
Mel siente que se romperá en cualquier momento, está perdida en un mundo que se cae a trozos enormes. Las duras lágrimas caen incesables por sus mejillas mojadas. Se abraza con fuerza, buscando el calor de unos brazos amorosos que no sabe encontrar. El dolor la arrasa, se escampa por todo su cuerpo, le duerme los brazos y las piernas, le quema los ojos y la garganta, le estruja el cerebro y le rompe el corazón. 
Mel quiere volver a ser pequeña y que su madre la console con palabras tiernas. Pero está sola en su habitación. Su sábana de estrellas la protegía de los monstruos de la oscuridad, pero no del dolor.

jueves, 15 de julio de 2010

Pompas

Mel odia lavar los platos. Y aún más si se lo mandan sus padres. Con el delantal puesto y la rabia a flor de piel, coge el estropajo y la botella de lavavajillas. Al apretar el bote, pequeñas pompas le regalan a la chica una agradable sorpresa. Mel deja el estropajo, el bote i los platos que tenía que limpiar apartados. Está clavada al suelo, con la mirada fija en esas pequeñas pompas transparentes que vagabundean por su cocina. Descubre como la luz del mediodía crea hermosos dibujos en las sinuosas y transparentes paredes de las pompas. Siente como su cabeza se llena de la nostalgia de una infancia feliz. Se olvida de su enfado, de los problemas. Se deja fascinar por las pompas; qué sencillas son y qué maravillosas nos parecen.
Entonces, todas las pompas se sienten atraídas por el inmenso mundo que hay más allá de la ventana abierta. La corriente de aire se las lleva suavemente hacia el exterior. Y, al ver desaparecer en la inmensidad del cielo la última pompa, Mel piensa que, junto esas pompas, sus últimos recuerdos de infancia se alejan de ella.
Con un suspiro, coge el bote y vuelve a apretarlo. Pero esta vez no salen pompas, solo el líquido viscoso que limpia la suciedad de los platos. Ojalá curara también la del alma, piensa la muchacha.

miércoles, 14 de julio de 2010

Ninguna parte

- ¿Ya te vas?
- ... Sí.
- ¿A dónde?
- Donde no puedas encontrarme.
- ... Cariño, eso no es posible.
- ¿Por?
- Porque no descansaré en paz hasta que vuelvas a mi lado, aunque tarde una eternidad a encontrarte.
- Pues me esconderé eternamente.

jueves, 8 de julio de 2010

Jane

Jane es joven, libre, decidida y feliz.
A Jane le gusta comer regaliz, siempre lleva un paquete en la bolsa. Jane adora los perros, pero no tiene ninguno porque sabe que no lo cuidaría bien. Para Jane, las noches no son para dormir, sino para volar de una discoteca a otra y volver a casa acompañada. Jane es capaz de pasarse horas pegada al teléfono hablando con Mary, de todo y de nada. Jane se lo pasa pipa dibujando estupideces en el espejo empañado del lavabo cuando se ducha. A Jane le vuelven loca los videojuegos, y se pasa tardes enteras tirada en medio del salón con la consola en la mano. Jane adora a sus amigos, con los que comparte tardes de café y charlas sobre música, gente y tonterías varias. Jane ama con toda su alma su trabajo en la discográfica, y le gusta poder fanfarronearse de conocer a tantos famosos. 

Jane seria capaz de dar casi la mitad de su vida por su Harley Davison Custom, a la que compró a los diecinueve años y ha sido su compañera de aventuras des de entonces. Nunca se verá a Jane sobre su moto con casco, des de que le obligaron a comprarlo cría hongos en una caja. Porque Jane se vuelve loca con la velocidad y se siente más viva que nunca cuando siente el viento en su cara.

La otra mitad de su vida, Jane la daría por Will, su hija. Jane no llega a los treinta años, y Will ya tiene siete. Fue fruto de un descuido con alguien que nunca lo supo y a quien Jane ya nunca más ha visto ni hecha de menos. Y su corazón lo daría por Tom, el único hombre del planeta que ha conseguido que esta mujer sacrifique un poco de su preciada libertad a cambio de amor. A Jane le gustan las películas viejas que echan los Sábados por la tarde en el cine y, sobretodo, disfrutarlas junto a Tom y Will, acurrucados en los asientos viejos de la sala siete.

Jane no duda, Jane es una mujer decidida. Jane sabe lo que quiere. Jane sabe que un cigarro es lo mejor para los nervios, y un buen polvo, para el mal humor. Jane sabe que su vecina le tiene manía por haber tenido el descaro de criar una niña fruto de alguna borrachera, por haberse llevado tantos chicos a la cama, por ser joven, por hacer lo que realmente quiere y por ser tan desafiante.

Porque a Jane le encanta desafiar a la gente y a la vida misma. Jane sabe que su vecina es puritana, así que se pasea en ropa interior por delante de la ventana. Jane sabe que los famosos no aguantan que se los ignore, así que se interesa más por una partícula de polvo que por lo que le cuentan. Jane sabe que existe el límite de velocidad, pero nunca lo ha respetado.

Jane sabe que los fines de semana son para pasarlos con su niña, quien va a un internado para evitarse el mal trago de ser criada por alguien como su madre. Jane sabe, aunque nunca lo reconocería delante de él, que por Tom es capaz de olvidarse de su plan de vivir como una adolescente eternamente, y plantearse vivir de un modo algo más tranquilo junto a él y Will. Jane sabe que su futuro solo puede estar repleto de felicidad.


Pero Jane no sabe que, hoy, por pasar el límite de velocidad, ir sin el casco y saltarse un STOP, sufrirá un accidente mortal. Jane no sabe cuán amargas serán las lágrimas de su hija, ni cuán destrozado quedará Tom. Jane no sabe como la echaran de menos sus amigos, ni cuán sola se sentirá Mary sin sus charlas telefónicas. Jane no sabe que Will, que quedará huérfana, crecerá junto a Tom, unidos por el dolor de su pérdida. Jane no sabe que, aunque siempre ha dicho que no se considera alguien imprescindible para la sociedad, su muerte dejará un hueco en el mundo y dolor en muchas vidas.
Jane no sabe cuánto echará de menos la risa de Will y los besos de Tom. Jane no sabe cuánto echará de menos sentir el viento y la velocidad. Jane no sabe cuán sola se encontrará sin sus seres queridos. Y, sobretodo, Jane no sabe cuánto echará de menos sentirse viva.


Pero ahora Jane no tiene tiempo para pensar en estas cosas, llega veinte minutos tarde a casa de Tom. Coge las llaves de la moto con prisa y deja el casco dónde está des del primer día.
Sin saber que podría salvarle la vida.

miércoles, 7 de julio de 2010

3. Línea de Bakerloo

Dahlia abre su monedero para coger su Travelcard, coge el metro para ir a la universidad, como tantos otros estudiantes. El metro de Londres vibra de vida a esas horas de la mañana. Cuando ya ha pasado las máquinas se da cuenta de que hay un chico que la está mirando. No es el primero, pues Dahlia se sabe suficiente atractiva como para levantar miradas a su paso, pero es el mismo chico que la observaba justo a la boca del metro. ¿La ha seguido? 
Menea la cabeza y se dispone a comprar algo para picar, no quiere inquietarse por culpa de su estúpida imaginación. Por los altavoces se anuncia la llegada de su metro. El muchacho acelera el paso, se acerca a ella y le coge el brazo. Dahlia retiene el impulso de plantarle su bolso en toda la cara a ese indeseable, pero de un tirón se separa de él.
- Perdona que sea tan brusco... - tiene unos ojos verdes preciosos, Dahlia nunca había visto unos igual - Vas a la London School of Journalism, ¿verdad? - se pasa una mano masculina por su pelo negro, lleva cada mechón puesto cuidadosamente para conseguir un look desenfadado. Y le queda de muerte.
- ¿Cómo lo sabes? - pregunta ella, desconfiada. Él señala la carpeta con el logo de la universidad que sostiene Dahlia, y sonríe. Dios, que sonrisa tan perfecta, piensa ella.
- Yo también voy para allá... ¿Podemos ir juntos? - seguridad, decisión, él no duda. Sabe lo que quiere, y lo conseguirá. Dahlia sonríe, ahora algo más relajada, aunque estar con un chico tan guapo se le hace un poco incómodo. 
- Vamos, yo te guío. ¿Nuevo a Londres?